Justicia poética, prosa tramposa, flor muerta


Ya no te quiero ver, te devuelvo tus condolencias.
Mis ganas de resistir culminaron con el dia y ahora estoy aquí en la penumbra de mis propias sombras, meditando si soy yo la muerte o soy lo que sobra.
A veces me invade esta depresión que lejos de ser estorbo , se vuelve victoria cuando me apunto a la sien y me narro esta historia.
Transite por calles taciturnas, infiltrada entre espíritus candentes, fui como daga apuñalando los tiempos, apretando los dientes.
Esa tarde me desperté llorando y te dije:
-Querido, se vuelve duro para mí soportar la sonrisa de aquellos siniestros cuerpos que danzan sobre tumbas de  pobres, de psiques escuetas y almas marginadas. Por hoy solo quiero suicidarme, decir basta a la infamia y a tu traje elegante.
El juicio estrecho de tus ojos dictaminaron una vez más que exagero por los codos, pérfida tu defensa e inquieta ante el dilema de no saber si lloro o me burlo del sistema.
Incapaz de explicarme con letras, atravesé la cornisa y fui volando entre fantasmas que ya conozco y ellos solidarios me ataron, me odiaron, me rompieron, me hiervieron hasta evaporar mí cadáver...
Cuando cayó la última lágrima me disipe en el aire y ya no soy esa flor con ganas de matarse, sino ese vientito que te acaricia la tarde, y ahí sí, ahora estas feliz.
Por eso querido...
Ya no quiero tus condolencias porque a mí sangre la usaste para teñir tu bandera, si, esa misma del amor que me tenías, del amor que decías sentir.
Ya no quiero tus condolencias porque malsana fue la sed de tu garganta, insaciable fueron tus ganas de mí continente, invadiste como la fiebre, llevandome hasta el estupor de mí mente, ahora mí tierra está podrida, la onda expansiva de mí voz se volvió peste y por supuesto mí piel nimia pereció por quererte.

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